Lectura crítica de “La noche de tu piel”, de Benhur Sánchez Suárez

Raymond L. Williams en su libro Novela y poder en el Gran Tolima y América Latina, afirma que en La noche de tu piel, de Benhur Sánchez, hay guiños modernos y tradicionales. También señala que en esta novela “usa una primera persona que son las palabras de intereses mayores en lo intelectual y la política, más que contar una historia” (182)                                                      El escritor y crítico colombiano Félix Ramiro Lozada Flórez en su ensayo “La narrativa de Benhur Sánchez Suárez” agudamente profundiza sobre el valor literario de la producción literaria de Benhur, en particular la novela La solterona, novela publicada en 1969. Lozada Flórez apunta que las novelas de Benhur Sánchez “Son novelas de corte social, con el narrador denunciando el peregrinaje de la vida en medio de grandes reflexiones críticas, razón por la cual el novelista toma situaciones, personajes del pasado y del presente, relacionado con las historias del país” (Modernidad y posmodernidad en la narrativa del Tolima, (2022), 115)                                          Las observaciones tanto de Raymond L. Williams como de Félix Ramiro Lozada se encuentran, sin lugar a duda, en la novela.                                  La novela La noche de tu piel, de Benhur Sánchez Suárez, narrada en tercera persona, consta de dos partes y un epílogo. La novela se construye con base en una estructura fragmentada, carente de una causalidad convencional. La novela narra la vida adversa de Gregorio, personaje principal de la novela. Gregorio es un hombre de piel negra cuya función principal es presentar la dualidad entre el olvido y el recuerdo sobre la violencia y las insatisfacciones de vivir en el presente. Es un personaje que cumple la función de una memoria colectiva de la cual, en varias ocasiones, él quiere alejarse. Maurice Halbwachs apunta que “si la memoria colectiva saca su fuerza y duración de tener como soporte un conjunto de hombres, son, sin embargo, individuos los que cada memoria individual es un punto de vista sobre la memoria colectiva, que este punto de vista cambia según el lugar que yo ocupo y que este lugar mismo cambia según las relaciones que mantengo con otros medios” (The Collective Memory (1950),161)                                                 Veamos también cómo funciona esta aserción con la novela.                                                      La primera oración de la novela dice lo siguiente “Aún no sabe cómo empezó toda esa historia” (11). Es un gesto bastante borgeano de poner en tela de juicio el origen de la historia misma, sea una local/personal o una universal. Este enunciado ontológico es una imagen recurrente de la novela. ¿Dónde comienza la historia? ¿Quién o quiénes deben contar la historia, las historias? O, como en los cuentos de Borges, qué si a la historia le falta la primera página del libro, o la última. Se afirma siempre que Gregorio pretende encontrarle significado a sus memorias, siente una profunda necesidad de olvidarse de todo. Es vacilar casi intuitivo del personaje. Aunque, obviamente, con el transcurrir de la historia, Gregorio no olvidará la historia a la que hace referencia. Dice el narrador que Gregorio está “Recordando, siempre recordando” (15) Paul Ricoeur en su libro “La memoria, la historia, el olvido” (2008), argumenta que “las aporías principales de la memoria vuelven con fuerza al primer plano, el de la representación de una cosa ausente, ocurrida antes, y el de la práctica consagrada a la rememoración activa del pasado que la historia eleva al rango de una reconstrucción” (17)           ¿Y qué recuerda Gregorio? Recuerda la violencia que vivió su padre, llamado Padrepancho, y gran parte de la comunidad en la que él creció. Esta violencia es causada en gran medida por el terrateniente don Cristóbal y su gente. Es decir, esta novela también es una novela sobre el problema de la tierra. En esta tierra donde hay muertos y, cito, “El ejército que había ido y no había encontrado nada” (15) Como deja vu de la novela Gregorio constantemente recuerda la manera como asesinaron a su padre. Digo deja vu en las primeras repeticiones de la narración del asesinato de su padre el lector piensa que eso ya lo había visto o leído, el lector duda si es un error del texto o es un componente de este. Ya cuando el lector se percata de que este mismo episodio se narra por más de veinte veces, entonces se da cuenta de que es un asunto primordial y técnico de su narrativa. Pachocruz, un miembro del pueblo, le cuenta que “murió aplastado bajo los cascos del caballo […] Tú estabas muy pequeño para comprender esas cosas, pero nosotros nos dimos perfecta cuenta de tu aislamiento. Todos vimos cómo pedía auxilio, cómo iba muriendo, pero nadie dijo nada. Nadie hizo nada porque don Cristóbal se quedó quieto, sin dejar de sonreír, como esperando que muriera. Para mí tengo que a él siempre le ha gustado ver sufrir a los negros y tal vez pensó que los golpes no eran tan duros como para matarlo” (92) También el narrador afirma que los guerrilleros “se agotan en el monte luchando para que la tierra sea de quien la trabaja” (97)                                              Gregorio se define como un rebelde. No es un rebelde en el sentido de abrazar la violencia por una causa sino en el sentido de la búsqueda de una profundidad a la falta de sentido a lo que no encuentra en su entorno. Gregorio no vive tanto en su presente, no está atado al trabajo ni en la ciudad ni en el pueblo porque sabe de la explotación hacia el trabajador en ambos espacios. Tampoco se une al campesino que lucha por su tierra ni a los guerrilleros, ni al ejército. Es un rebelde que se piensa y se reconstruye a través del recuerdo de la muerte violenta de su padre y de la violencia que vive y percibe cada día, en repetidas ocasiones por el color de su piel. Cuando le preguntan por su nombre él dice que es el Negro. Su piel oscura es una imagen simbólica que cubre la narrativa de la novela como uno de los niveles narrativos principales. Dice el narrador: “La ciudad. La ciudad es sólo eso: los edificios bajo el cielo gris-plomo, lluvioso. Y él, un hombre que pasea su piel a lo largo de las avenidas y los callejones como si huyera de todos y de sí mismo” (32) La frase, “un hombre que pasea su piel”, hace referencia a todo ser que camina cotidianamente por las avenidas, sin embargo, uno no pensaría que la piel camina sino el cuerpo entero. La piel, en sí, simbólica del racismo que sigue imperando hacia Gregorio y los demás personajes de piel oscura que aparecen en la novela. Tanto así que la hija de don Cristóbal, el hacendado, con quien en un momento mantiene una relación amorosa, no se culmina debido al color de la piel de Gregorio y otras por razones de clase. Cuando ven a Gregorio, primero ven la piel, la piel que pasea, 
El narrador delata la piel de la ciudad “bajo el cielo gris-plomo-lluvioso” imbricado con el hombre que pasea su piel. En cierto modo, esta alusión a la piel es una tan simple como universal, que por ser tan obvia, todo ser humano pasea metros y metros de tejido, de piel. ¿Quién no pasea su piel mientras camina o se mueve en los espacios del orbe? Para Gregorio, es de primordial efecto para su realidad social en el diario vivir. El narrador poetiza este momento que revela las complejidades de los constructos sociales en torno al color de la piel que para Gregorio era un acto ya normalizado.
Aunque Gregorio no se presente como el mejor contador de historias, sí es el personaje que recuerda y analiza su entorno. Gregorio es notoriamente un recurso de la oralidad para que se perpetúen sus vivencias y las de la comunidad que habita. Los detalles de cómo don Cristóbal robó la finca “La Milagrosa” le vienen a la memoria gracias a Pachocruz, quien es también un personaje que transmite la memoria oral. Dice el narrador: “Lo sabía y lo recordaba en cada momento de su vida y todo era un suceder de imágenes que pasaban por su memoria como una película. Las palabras de Pachocruz bullían en su interior y tomaban forma en su rostro en un rictus amargo. Guardaba un rencor, añejo en años, que difícilmente podía erradicar de su conciencia” (94) 
Esa es una de las principales cualidades intelectuales de Gregorio: recordar. Caber señalas que Gregorio es un personaje simbólico cuyo valor también representa la experiencia de más de cinco siglos de opresión y violencia desde su traída como esclavizados al continente americano. Es decir, sigue recordando, luchando y buscando maneras de echar raíces en el entorno que se le presenta. 
En la parte del Epílogo, Gregorio regresa a su pueblo en el cual encuentra murmullos, olor putrefacto, chiquillos esqueléticos y “todo como una mancha borrosa, imprecisa, que danzaba frente a sus ojos agotados de calor” (234) En las frases finales se sugiere que Gregorio murió en su llegada al pueblo y nadie acudió a darle socorro. Dice, “los veía alejarse como espectros que se hundían en las sombras. Después todo fue silencio. La hoguera se extinguía paulatinamente. Se agarró la cabeza desesperadamente. —¡Malditos! —gritó y se tiró al suelo. La noche estaba sobre los tejados, se confundió con su piel, noche piel, oscura” (235) 
Antes del final, también afirma que “Los ancianos dejaban de contarle historias a su conciencia y miraban el camino con espanto” (232) Es decir, la novela, a través del personaje, plantea que todos los personajes tienen una memoria que comparten con sus semejantes. Sin embargo, Gregorio murió como mártir con el peso de la memoria colectiva de su pueblo y sus experiencias en ciudad. Walter J. Ong en su estudio Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra, afirma que en la tradición oral “habrá tantas variantes menores de un mito como repeticiones del mismo, y el número de repeticiones puede aumentarse indefinidamente” (48) Es cierto que el evento de la muerte del padre de Gregorio se repite más de veinte veces a través de la novela, cada una desde perspectivas distintas, con mayores o menores detalles, pero la función de recordar y contar sigue siendo la misma. Gregorio está por todas partes, así lo pensaban sus conocidos: en la guerrilla, en la ciudad, en el monte, está en la memoria a través de su ausencia. 
El escritor mexicano Carlos Fuentes en su libro “La gran novela latinoamericana” (2011) escribe que “La lengua es como un río caudaloso a veces, apenas un arroyo otras, pero siempre dueño de un cauce, la oralidad, el “¿te acuerdas?”, “Buenos días”, “Te quiero mucho”, “¿Qué hay para cenar?”, “Nos vemos mañana”. Toda esa profusa corriente de oralidad corre entre dos riveras: una es la memoria, la otra la imaginación. El que recuerda, imagina. El que imagina, recuerda. El puente entre las dos riveras se llama lengua oral y escrita” (9). Gregorio transita estos dos ríos junto con el narrador de la novela. Gregorio vive solamente para recordar. Dice el narrador que “La soledad lo había convertido en un ser meditabundo […] Recordaba, con vago sentimiento de nostalgia, lo que hacía hecho después de la muerte de su padre, Padrepancho, hasta ahora” (53) En ocasiones Gregorio dice que no se acuerda muy bien de su padre porque cuando él murió, Gregorio estaba chiquitico. Dice que “vive para sus recuerdos” (139) Después de hacer dichas afirmaciones, Gregorio empieza a contar recuerdos de una o dos páginas, detallando cómo su padre se jodió trabajando para don Cristóbal, el hacendado, y cómo Gregorio se quedó con el puesto de su padre como amansador de caballos, trabajo que después de cierto tiempo abandona. Gregorio habla: “Uno ya no sabe qué hacer. Uno se jarta de vivir condenado a estar bajo las órdenes del viejo” (54). A esa edad de veinticuatro años cambia de rumbo hacia la ciudad porque “ya no amaba el campo” (55). Eventualmente, la ciudad tampoco será el espacio donde Gregorio puede vivir aunque en su llegada “la ciudad es su escondite” (27). Es decir, un refugio transitorio. 
Una interrogante básica es, aparte del acto de recordar, ¿qué otro espacio busca Gregorio? Como se dijo brevemente, Gregorio es un personaje que no encuentra un lugar ni en la ciudad ni en el espacio rural. Del espacio de su pueblo dice que le da asco y que la gente no sirve para nada (23) Gregorio parece no pertenecer a ninguno de estos dos espacios y por lo tanto a través de la novela pareciera estar en la búsqueda de algo más allá de lo le presenta su realidad y su entorno. Afirma el narrador, “Ahora la ciudad lo tiene cansado hasta el fastidio” y continúa: “Los automóviles pasan ininterrumpidamente con su ruido inconfundible. Los camiones se cargan y descargan en idéntica forma al primer día. La gente pisa el pavimento sin importarle un comino las escupas. Los niños piden limosna en las esquinas y por la noche duermen como perros arrinconados en las aceras (montoncitos de carne bajo los periódicos) Las grúas tiran de la tierra como queriendo arrancarle las entrañas. Los hombres maldicen poseídos de una locura colectiva” (18) 
Este inconformismo, nutrido por la violencia y sus experiencias, lo mantiene con un espíritu de búsqueda incesante y de una crítica constante a lo que acontece en la ciudad. 
Dr. Filiberto Mares Hernández 
Benedictine College, USA.