Las implacables y detalladas instrucciones que dejó Enrique VIII de Inglaterra para la decapitación de Ana Bolena


Un verdugo francés fue traído especialmente a Londres para ejecutar a Ana Bolena con una espada.

Con un vestido de seda de damasco gris, envuelta en una capa de armiño y acompañada por sus damas de honor, Ana Bolena se encaminó al patíbulo donde, minutos más tarde, un verdugo le cortaría la cabeza.

La calma y la seguridad con las que pronunció sus últimas palabras tocaron la fibra de gran parte del gentío que se había congregado en la Torre de Londres para presenciar su ejecución.

"No he venido aquí para acusar a nadie, sino que rezo a Dios para que salve a mi rey soberano y al de ustedes, y le dé mucho tiempo para reinar, pues es uno de los mejores príncipes en el mundo, quien siempre me trató tan bien que no podía ser mejor. Por lo tanto, me someto a la muerte con buena voluntad, pidiendo humildemente el perdón de todo el mundo".

"(…) Y así tomo mi partida del mundo y de todos ustedes, y cordialmente les pido que recen por mí. Oh Señor ten misericordia de mí, a Dios encomiendo mi alma", se despidió Bolena.

Acto seguido, un verdugo traído especialmente de Calais, Francia, levantó su espada en alto y de un golpe certero le cercenó la cabeza.