JAIME BARRIOS Y EL PAISAJE INDELEBLE

Por: Carlos Orlando Pardo. 


El largo metraje que de Jaime Barrios acaba de estrenarse en los teatros del país, es ante todo una contrapropuesta al cine que se estila en los tiempos actuales, tan lleno de rápidos y furiosos y toda la parafernalia técnica y de efectos especiales de las producciones de Hollywood. Desde el título mismo, Paisaje indeleble, nos enfrentamos a un mundo poético que permanece a lo largo del filme, definitivamente habitado de simbolismo. Por esto mismo no es una cinta que pudiéramos llamar comercial, puesto que camina en contravía a este universo del mercado. Ahí es donde radica una de sus muchas virtudes, sumándose la vigorosidad de los diálogos, breves, intensos y auténticos, lejos del maquillaje, lo mismo que la perfección de la música del maestro César Zambrano y el alto profesionalismo de la fotografía. La historia es hermosa pero triste como de alguna manera resulta la vida para tantos y que es producto tan atractivo para los directores de cine en América Latina.

¿Qué encuentra un hombre cuando decide regresar después de algunos años a la provincia de su infancia? De aquellos parajes antes bellos ahora existe la desolación dejada como herencia por las  explotaciones inclementes a la tierra, gracias a una fábrica que la destruye cuando antes prometieron el progreso. Queda el abandono en medio de la soledad y la nostalgia y el mundo maravilloso de entonces arrasado. Ahí radica el conflicto que igualmente se muestra desde la interioridad del protagonista a base de fragmentaciones reflejando la melancolía.

La película de Jaime Barrios insiste en una fórmula de cámara lenta que se estiló en el cine europeo hacia los años setenta, hace casi medio siglo. Antonioni, Luis Malle, Bergman, entre otros, parecen sus maestros y en América del sur algunos clásicos producidos en Cuba, Bolivia, Chile y Colombia misma. ¿Vale la pena insistir en este estilo? Es el gusto personal del director y guionista, un joven formado en Francia y Cuba, cuyo documental sobre el maestro Ricardo Angulo, pintor ya fallecido, empieza a dar las muestras de su tendencia y de su estilo.

Nos parece en ocasiones inútil alargar tanto las escenas que no terminan causando el impacto esperado por el director, sino que por el contrario exasperan infecundas. No quiere esto decir que la película Paisaje indeleble no tenga plena validez y se convierta en una joya extraña pero joya. Por tratarse además del primer largometraje plenamente producido en el Tolima y por tolimenses en este tiempo, sin tener en cuenta muchas otras, encontramos una apuesta y un riesgo que valía la pena correr, precisamente en el momento donde el cine en la región toma en los últimos años un auge digno de aplaudir. Barrios se enfrentó valeroso a un desafío de no poca monta y lo logró. Solo queda invitar a la gente para que acuda a verla porque es la mejor manera de estimular el talento de los nuestros. Salimos del estreno satisfechos porque no es un cine fácil sino en mucho intelectual, simbólico y poético, otra apuesta para el espectador al que no le gusta el facilismo. Inclusive por el final abierto, ahí deben participar para completarlo. Pienso repetirla como una manera de abrazar otra vez a su director y guionista.